Las condiciones de las diferentes clases de trabajadores variaban.
Los prisioneros de guerra (muertos vivos) gentes que habían de sacrificarse pero que se les dejó vivir. Se transformaban en esclavos pertenecientes al rey o que este daba a los templos o incluso a los particulares como recompensa. Pueden adquirir bienes y tener familia, y finalmente se ven asimilados por la población autóctona. En fin, las condiciones de trabajo del prisionero no debieron de ser muy diferentes de las que conocieron los siervos o los trabajadores libres indígenas. Desde luego ciertos amos sin corazón maltratarían a sus servidores. Sin embargo, el esclavo podía apelar a sus dioses contra su amo, aunque no sepamos muy bien lo que cabe entender por ello. Incluso podía buscar asilo en un templo y recurrir contra ese amo. En fin, éste llevaba al esclavo ante los tribunales. No parece que este hubiera tenido derecho de vida y muerte sobre él. Además la moral enseñada a los amos en las escuelas de los escribanos recomendaba particularmente que se tratara bien a los servidores.
Egipto conoció un régimen de trabajo de carácter humano y de elevado ideal. Es sumamente probable que la idea de alcanzar la duración infinita, la cual presidió la mayor parte de las actividades de los egipcios, les diera un elevado sentido del trabajo. Laboraban para la eternidad puesto que el carácter de perfección de las grandes realizaciones arquitectónicas difícilmente puede explicarse de otro modo. Lo que equivale decir que el cuidado llevado en la realización de estas obras, incluso cuando la cultura de Egipto está agonizando, se debe a algo más que al deseo de lucro o a la amenaza. Es fruto de una aplicación interior, de una conciencia profesional que ha permitido que el individuo e supere a sí mismo y alcance un reflejo de la belleza y de la perfección absolutas.
Los reyes supieron reconocer los méritos de sus trabajadores buenos y leales de otro modo que mediante felicitaciones. Se esforzaban por tratarlos bien, comprendiendo que su obra llevaba el sello del amor con el que había sido ejecutada. Y los productos del artesano egipcio alcanzaban bastante a menudo el nivel de obras de arte para que las inscripciones que podemos leer no expresaran unos deseos puramente platónicos.
Bajo Ramsés III se presentó una sublevación de obreros en la necrópolis real, se trata de una verdadera huelga. Durante el año 29 se presentó una rotura de cinco muros de la necrópolis por las cuadrillas de obreros, que decían “tengo hambre”. No se sabe cómo acabaron estos acontecimientos. Se puede decir que es la primera huelga cuyo recuerdo ha conservado la historia. Debido a estos acontecimientos se falsea el equilibrio de la administración por lo tanto reina la corrupción. Es significativo comprobar que es a partir de esa época cuando comienzan los robos en la necrópolis. Durante la vigesimoprimera dinastía, se vieron cometer así las peores fechorías, por cuanto nadie respetaba ya la justicia.
El sistema económico egipcio era una especie de socialismo de Estado. El dios creador había confiado al rey, su hijo, el mundo, propiedad suya. Por tanto, el rey administraba su propiedad delegando todo dominio eminente. Solamente era confiada aquélla a los arrendatarios, quienes la hacían fructificar. No obstante, en realidad se vio formar rápidamente una propiedad privada y aparecer una gente que se beneficiaba de los productos del trabajo. Sin embargo, el sentimiento que tenía cada uno de haber recibido su función del dios por mediación del rey desempeñó importante papel en el Estado. Si bien no llegó a constituir lo que podríamos llamar anacrónicamente una verdadera seguridad social, permite comprender por qué los servidores del rey seguían percibiendo emolumentos en edad avanzada.
En cuanto a los personajes humildes, la formación moral que constituía la base de la enseñanza dad a los grandes funcionarios, preveía expresamente que debían ser padres para con sus servidores, y que no solamente debían darles lo que les correspondía, o sea su sueldo, sino también que debía socorrerlos en casos excepcionales. Esta seguridad que se garantizaba al humilde trabajador, formaba parte de la moral sapiencial, la cual había alcanzado un alto grado de humanidad.
La civilización egipcia si bien ha obedecido efectivamente a imperativos económicos como todas las demás, parece haber impuesto más que las oras a su economía un ritmo y una producción destinados a algo más que esta vida. Todo un sistema de pensamiento sumamente elaborado llevó a los egipcios a inmovilizar unos capitales que parecen fantásticos para traducir en la materia unas creencias religiosas o unas verdaderas teorías intelectuales.
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